El misterio de los estudios Kellerman by Ken Follett
autor:Ken Follett [Follett, Ken]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1976-01-01T05:00:00+00:00
El martes por la tarde, la señora Briggs se presentó en el pequeño piso de Mick con un ejemplar del Hinchley News bajo el brazo. Su foto aparecía en la página 3 y en ella aparecía agitando los brazos delante de su casa. La información, firmada por Nigel Parsons, explicaba los planes para demoler las casas de Canal Street.
—Es una buena foto, señora Briggs —comentó la madre de Mick.
Mick la miró. Despeinada y con la boca abierta, la buena mujer tenía un aspecto terrible.
—Bueno, el caso es que he venido para firmar su petición —repuso la señora Briggs.
La madre de Mick sacó una hoja de papel de un cajón y buscó un bolígrafo. La señora Briggs estampó su firma y su nombre al final de una lista.
—Veo que casi todo el mundo ha firmado —comentó.
—Sí, la mayoría de vecinos ¿Qué dice el diario? —quiso saber la señora Williams.
—Le diré lo que no dice, no menciona el camión que entra y sale de los estudios. En fin, tal como expliqué al reportero, tengo anotadas en un papel las horas y los días que pasó ese dichoso camión. Se lo he traído para que lo adjunte a la petición.
Mick levantó la vista del diario.
—Pues no sé qué puede tener que ver —comentó.
—Calla, Mickey, no seas grosero —le dijo su madre. Se volvió hacia la señora Briggs y recogió la petición firmada y la hoja que ésta le entregó—. Muchas gracias, querida.
Mick volvió a concentrarse en el periódico y leyó un artículo sobre la Banda del Disfraz mientras su madre seguía conversando con la señora Briggs. El domingo anterior, sus miembros habían atracado una oficina de correos y huido con un botín de más de mil libras. Su método era el de siempre: tres o cuatro hombres entraban haciéndose pasar por clientes habituales y después esperaban la oportunidad para saltar al otro lado del mostrador y robar las cajas registradoras.
Seguían siendo muy listos. No dejaban huellas y siempre utilizaban un coche robado para escapar. La policía nunca hallaba pistas. El periódico mostraba una foto del detective inspector Peters con cara de perplejidad. Mick se echó a reír.
Sin embargo, se dijo, detectarlos no debía de resultar tan fácil. Él no había conseguido nada con el señor Wheeler. Las pistas que había encontrado con Izzie carecían de importancia. Según le había dicho su amigo, el papel del garaje no era más que el recibo de un depósito bancario, la clase de impreso que había que rellenar cuando alguien hacía un ingreso en el banco. En cuanto al cepillo, solo era eso: un cepillo. Por el momento, Mick había decidido abandonar sus labores detectivescas hasta que se le ocurriera un nuevo plan.
—Debo marcharme —dijo la señora Briggs.
—Devuélvele el diario, Mickey —le pidió su madre.
—Por favor, ¿puedo quedarme con esta página? Me gustaría recortar la noticia de la Banda del Disfraz.
—Está bien.
Mick cogió la página y entregó el resto del periódico a la señora Briggs. El artículo contenía también un resumen de las actividades de la banda durante las últimas semanas.
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